Los interesados en la política se hacen esta pregunta desde hace unos años a la fecha. Y debe responderse con claridad que sí. Seguramente muchos románticos de las redes sociales se enfurecerán, pero aún estamos a tiempo de ser responsables para abrir el debate, desmitificar sus efectos transformadores y democráticos, y darles una dimensión que nos mantenga a salvo en los procesos de la discusión pública.
Lo primero que se estará pensando es en el caso Trump-Rusia o en la intervención de este país en procesos democráticos vitales como las elecciones en Cataluña a través de hackers.
O quizás en la llamada “Primavera Árabe”, como una de las revelaciones del poder de las redes. Respecto de esta última conviene saber que fue igualmente bautizada como la “Revolución de Sofá”, en una ejemplificación de que los llamados a las movilizaciones y el mantenimiento del conflicto se realizaron desde casas, para luego concretarse en las calles.
Sin embargo, el procesamiento de la rebelión, los acuerdos para que transitara el conflicto fue hecho por los políticos, los de siempre. No hubo un cambio de la clase política. Una élite fue expulsada del poder y otra ascendió.
Lo cierto es que tras el escándalo de Cambridge Analytica-Facebook, la manipulación rusa y otras revelaciones, nos quedamos frente a un hecho contundente: no se puede tener la certeza de que todo lo que se diga en Twitter y en las otras redes sociales es real.
Tampoco podemos saber si todos los que se expresan en las redes son reales. Hay bots y hay cuentas llamadas orgánicas, es decir, personas reales que alimentan cuentas falsas y que les construyen una historia, para luego ponerlas al servicio de quien pueda pagar.
Tampoco podemos saber si todos los que se expresan en las redes son reales. Hay bots y hay cuentas llamadas orgánicas, es decir, personas reales que alimentan cuentas falsas y que les construyen una historia, para luego ponerlas al servicio de quien pueda pagar.
Hagamos de cuenta que son especies de granjas de perfiles orgánicos que se ponen en renta. Uno puede ir a una empresa y pedir que le renten 2 mil cuentas, entre bots y orgánicos, para hacer una campaña en contra o a favor de una causa, político o personaje.
Otro gran problema es que la ciencia política y la psicología han demostrado que las elecciones se rigen esencialmente por factores emocionales, como bien puede documentarse en el caso de la intervención rusa en los comicios de Estados Unidos.
Leer el artículo de Jorge Camargo en Animal Político.